Sin conciencia no hay bienestar humano animal
Bogotá D.C., enero de 2022. Pocas veces las personas se preguntan por el bienestar que pudieron o no haber tenido los animales que están consumiendo, bien sea en alimentos directos, como la carne, derivados como el queso, o mediante el uso de algún elemento decorativo o de vestuario. Sin embargo, podría asegurarse que la relación entre el bienestar de los animales humanos y los no humanos es directamente proporcional, con una importante incidencia en la salud de las personas cuando se trata de su dieta, y en la pública por la aparición de posibles enfermedades zoonóticas, así como en aspectos de tipo ambiental que finalmente nos afectan a todos, por ejemplo, por la afectación de los ecosistemas, la extinción de algunas especies y la intervención química sintética excesiva para aumentar la producción.
Afortunadamente la creciente preocupación por los animales a partir del reconocimiento de su sintiencia y de sus libertades; del establecimiento de leyes o normativas que tipifican el maltrato animal, la forma como deben transportarse y su comercialización, así como de las sanciones a quienes las infringen, además de la demanda de consumidores en una dinámica más orgánica y responsable con el medio ambiente, y la visibilización cada vez más amplia de movimientos animalistas y proteccionistas ha propiciado un análisis frecuente sobre su bienestar, así como sobre los pasos en la cadena de producción y mercantilización de la que son objeto, máxime cuando se trata de animales que comúnmente son criados para este fin, como ocurre con los de granja.
Esto ha sumado al concepto de bienestar animal una visión más integral, que concibe desde la carencia del sufrimiento en cualquiera de sus formas, la buena salud y la ausencia de dolor, hasta el nivel de confort y el estrés que puede afectar su comportamiento y sistema inmune, sin embargo, el abordaje del tema supone un mayor alcance y complejidad, abarcando aspectos socioeconómicos y culturales como la salud alimentaria y ocupacional, la protección ambiental, la economía y la percepción del consumidor, por tanto, la medición del bienestar no puede aplicar una única técnica.
Según las conclusiones del estudio adelantado sobre el tema por parte del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA), a través de su equipo del Observatorio de Investigación, existen metodologías de medición del bienestar animal no invasivas, como la aplicación de exámenes de las heces para determinar cambios asociados al estrés, enfermedades y deficiencias alimentarias, entre otras situaciones; e indirectas, para identificar en los animales cómo se sienten respecto a sus condiciones de vida y los procedimientos que se les aplican, a partir de pruebas de preferencia y motivación para evaluar cambios en las elecciones del animal, y otras para determinar el correcto funcionamiento biológico por problemas relacionados con la salud.
La investigación se basa en una amplia revisión bibliográfica que contempla información de corrientes como la bienestarista (que busca mitigar el dolor y el sufrimiento sin erradicar las costumbres y prácticas de consumo animal en los humanos); y la proteccionista (que plantea la reducción o eliminación del consumo de animales).
Y aunque la preocupación o atención al bienestar animal pareciera hacerse más visible, el panorama en Colombia como en otros países aún es desalentador, “durante los últimos 50 años son los países menos desarrollados los que han registrado la mayor producción de carne a nivel mundial, incrementado de manera significativa sus unidades de producción a través de sistemas tradicionales y de confinamiento, mientras que la mayoría de los países desarrollados crean regulaciones para mejorar sus condiciones y/o aminorar sus afectaciones”, explicó Johan Moreno, biólogo del IDPYBA.
Esto supone que las actitudes y decisiones de los consumidores y productores en lo que respecta a su responsabilidad y conciencia sobre el bienestar animal, están determinadas principalmente por dos aspectos, el económico, teniendo en cuenta la estrecha relación de los costos asociados al cuidado, versus los de consumo o mercado, es decir, los de venta y la capacidad adquisitiva de los compradores; y por otra parte, los socioculturales, relacionados con las prácticas a partir de las costumbres, las tradiciones y la información que se suministra a los consumidores.
Finalmente, se concluye que las opciones para avanzar en bienestar animal de animales de granja, estarían representadas en estrategias de búsqueda de incentivos económicos que reduzcan lesiones, estrés y malnutrición, mejorando la calidad de vida de los animales a todo nivel, y por ende, su bienestar y el nuestro, también, mediante la implementación de programas de control de enfermedades y campañas de educación para los productores; el establecimiento de alianzas internacionales en las cuales se plantee cumplir con regulaciones sobre bienestar animal, se garantice el acceso a mercados internacionales mejor pagos y se optimicen las condiciones de los nacionales.